La lluvia empezó de nuevo. Caía pesadamente, fácilmente, sin ningún significado o intención, sino el cumplimiento de su propia naturaleza, que era caer y caer. “Un día lluvioso es gracia; la lluvia es el cielo que desciende a la tierra; sin lluvia no habría vida”. La lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de soñolencia resignada y amable. Una música humilde se despierta con ella que hace vibrar el alma dormida del paisaje.