Jue. Dic 26th, 2024

ESCENOGRAFÍA PARA CLAVES LÍRICAS

Alfonso Costa Beiro

Técnica mixta

2018

Sala de Iconografía

1924: VIVENCIAS DE D. RAMÓN DEL VALLE-INCLAN NA POBRA DO CARAMIÑAL

«… poco tiempo antes de emprender el regreso a Buenos Aires, y enterado de que Don Ramón se hallaba con su familia en la Puebla del Caramiñal, resolví pasar un par de días en la pintoresca villa de la ría arosana, no sólo para despedirme de mi maestro y amigo, sino también para completar mi visión de un hombre apenas entrevisto hasta entonces fuera de su admirable obra. Y allá fui. Y allá supe lo que en otra parte quizá no habría yo llegado a saber nunca: que el Valle-Inclán vivo y carnal y el Valle-Inclán de los más altos sueños no formaban sino una sola persona, y que esa persona parecía (a fuerza de ser abierta, sencilla y magnánima) la antítesis de lo que en el cotarro literario madrileño se identificaba, día por día, con las más inexorables potencias. Envuelto en un obscuro tabardo soldadesco, que el prematuro fin de aquella otoñiza tarde de 1924 hacía más que necesario, y fumando una pipa que con su extraña forma de flauta confería a su dueño un inequívoco aire de encantador de serpientes, el autor de las “Sonatas” me recibió en la panta superior de la casa que ocupaba frente a la ría […]

A la mañana siguiente, mientras me vestía para volver a la casa de Valle-Inclán, pude ver, desde la ventana del cuarto que me habían destinado en cierta fonda ribereña, el pailebote que Don Ramón (según se decía con gran misterio por la Puebla adelante) había estado a punto de fletar para establecer comunicación directa y regular con la India y sus secretos. Y a fe que me pareció digno de que el gran escritor hubiera puesto los ojos en él, y hasta que alguna vez lo hubiera hecho objeto de su fantaseo en su crédula tertulia del casino local, como seguramente había ocurrido en aquella circunstancia. Porque no obstante, estar semi derrumbado sobre la arena de la playa, y a pesar de hallarse roído por un abandono que hacían evidente las brechas del casco, la herrumbre del ancla y las infinitas gaviotas que se paseaban sin temor por la desmantelada cubierta, el referido cascarón conservaba un encanto que bien podía haber dado pábulo a los sueños más aventureros y fabulosos.»

FRANCISCO LUIS BERNÁRDEZ: “Valle-Inclán en la Puebla del Caramiñal”, <El Nacional>, Caracas, 21.08.1958.

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